corazón de luna

lunes, 23 de diciembre de 2013

Deseo.

Hay un intento desesperado entre tus labios y los míos,
una tentación absurda entre mis manos y tu cuerpo,
un beso prohibido entre mirada y mirada.

Rompo el abismo del deseo, 
paseo mis dedos por la cóncava que refleja tu espalda,
con un lento recorrido percibo que tus poros se abren,
fugaces, condenados, llenos de anhelo.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Finitud.

La eternidad no existe, 
es sólo un concepto 
al que recurrimos 
para colocar nuestra fe, 
así como con Dios. 

Bitácora de un largo viaje (más que por el tiempo, por los tediosos pensamientos) y Carmen Rosensweig como acompañante.

19.11.13

Tan largo como el título descrito en un principio, es el viaje que hoy me atrevo a recorrer. 

Espero el camión, pienso, pienso, miro el reloj y después a mi amiga que incesantemente ha intentado mantenerme despierta durante toda la mañana. Me cuenta de su amor, de sus alegrías y yo sigo pensando (perdóname amiga, que no te escucho, que hoy mis pensamientos gritan y su eco aturde), volteo de nuevo a la avenida, con un leve gesto detengo el transporte, me despido con un abrazo apresurado y arribo; mi cabeza no ha dejado de pensar, de recordar una y otra vez sus palabras, su declaración envuelta en sueño de intimidad, y las mías respondiendo a tanta pasión contenida, atrevidas y anticipadas...


Cuando menos me percato ya he tomado asiento cerca de una ventana, casi por inercia, sin ser consciente de mis pasos y de aquellos que acompañan mi destino. Miro hacia afuera, perdida, nada absorbe mi atención, no lo suficiente... Hasta esa mañana acaso me dedicabas una atención inesperada o una de esas miradas con sonrisa inmersa, tan tuyas... esas miradas que me son imposibles de admirar más de tres segundos seguidos.

¿Y si tus manos no recorren mi cuerpo con la misma pasión? (Un sueño, fue sólo un sueño...)
De pronto, algo consigue desviar mi absurda voz interior. Un alma (sin maquillaje, de cabello largo y desmarañado, con un aura inocente, despreocupada) arriba, cargada de complicidad. Encuentros que casualmente me generan una chispa de felicidad que logra desaparecer el tiempo. 


La observo acomodarse las gafas, arrugar la nariz (gesto que me hace sonreír) y buscar de entre sus cosas un libro. Dos minutos más tarde al levantar la mirada descubre que me encuentro atenta, además de observar su peculiar forma de leer, intentando descifrar el título del texto; un escalofrío me recorre al disimular y comenzar a buscar entre las mías a Carmen Rosenzweig. 


Y de nuevo mis pensamientos se bloquean, ahora entre las líneas de esta mujer con la que me identifiqué al primer segundo de abrir sus páginas. Accedo con ella al decir que el tono que uniforma mis realizaciones, es gris: "un día estaré tratando de suprimir mi tonalidad, ahora más desenvuelta, y arrimaría el esfuerzo a tonos positivos; quién sabe, podría ser que evolucione a desconocer mi época ésta, y cree mis cosas con alegría."


Hace cinco años que mi esencia es monocromática, y aquellos que me conocen lo suficiente saben, que si bien la melancolía me caracteriza, no vivo en un estado puro de "tristeza". Sonrío, sueño y mi alma se llena de felicidad con esfuerzos mínimos; pero he descubierto que a veces, el mundo se empeña en mantener un estatus militarizado de lo que consideran "felicidad", vendiéndonos ese concepto como el ideal al que tenemos que avanzar día con día.


¿Y qué si mi felicidad no se vende en tonos rosas o amarillos? Considero que mis grises permiten observar tan apasionadamente los colores del mundo, llenarme de ellos y querer devorarlos con esa insaciable terquedad de las utopías. 


...Pensando en mis justificaciones, llego a una parte del escrito en que dice: "Después de sucederse un acontecimiento, uno permanece vacío sintiéndose torpe o destanteado. Se desenvuelven energías extraordinarias a la hora de transcurrirse aquel acontecimiento y después cuesta trabajo volver a asimilarse a la vulgaridad común de todos los días."


Y regreso, al pensamiento original de esto que confieso, tú.


Cuatro días después de "ese suceso", ¿qué espero? ¿qué quiero?, por tu parte ha quedado claro. Pides con urgencia que nuestros cuerpos anuncien su encuentro con la noche, apartados de las reglas del mundo, para después volver a la realidad donde sólo me dediques atenciones inesperadas y esas miradas con sonrisa inmersa, con la única diferencia, quizás, del secreto bajo la piel. Y por momentos me encuentro con la incertidumbre de pensar que accedería sin dificultad, si no fuera por este sentimiento que me consume: una mezcla de miedo y pasión, que va más allá de lo que pudieses imaginar o comprender.


Siento de nuevo ese escalofrío, idéntico al anterior, volteo con prisa y es ahora a ella a quien descubro con un gesto de curiosidad. Ambas sonreímos pues nos reconocemos, entre veinte extraños, nos sabemos compañeras de palabras y, me atrevo a decir, de sueños. 

Falta poco para llegar a mi primer destino, cierro las páginas, mientras sigo cuestionando lo sucedido: ¿Hasta qué punto llegó mi atrevimiento aquella mañana? ¿Cuán vulnerable mi cuerpo se volverá con tu presencia?¿En qué momento cometí el error de contarte mis andares, los caminos que han recorrido mis besos? ... recuerdo la frase que leí antes de guardar el libro: "La desorientación íntima íntimamente abrazada conmigo." y río al encontrarme, perdida. 

(Vaya ironía...)