corazón de luna

sábado, 11 de febrero de 2012

De espaldas al sol,

ya nadie huye de lo que el mundo les tenía predispuesto.
El frío cala los huesos y los pensamientos.
Se percibe el olor del agua descompuesta
entre flores secas, entre memorias olvidadas,
entre personajes abandonados.

Pienso que no quiero estar aquí,
que cuando llegue la mujer de mi muerte
quisiera que me arrojaran al viento
entre un atardecer lleno de olas, arena y gaviotas
o entre los grises que despierta la lluvia cerca de casa...

Nunca había sentido tanto silencio,
tanta tranquilidad.
Aquí ya nadie los molesta,
ya nadie interrumpe su sueño eterno.

¿En qué momento despertarán?
¿En que momento me uniré a su sueño?

Unos árboles gigantes protegen
por debajo de la tierra estos cuerpos,
la tierra misma los abriga
y las hojas son las encargadas de consolar
a los vivos que llegan a entrar.

Aquí la vida no está permitida,
ni siquiera para las flores...

Sin embardo cuando observo el viento
cantando mientras corre por los árboles,
no siento más que vida.

Escucho mi respiración,
miro el cielo,
siento el calor en mis manos, en mis pies,
veo mis lágrimas salir de estos ojos parpadeantes,
me veo escribiendo, pensando, sintiendo...

¡NO PUEDO SENTIRME MÁS VIVA QUE AHORA!

Y agradezco la complejidad de la muerte
por presentarme, en instantes como estos, la belleza de la vida...